Profesionalidad
Profesionalidad
La buena convivencia se garantiza con la colaboración de todos los involucrados en
cualquier espacio de trabajo, esto no es excepción en un espacio relacionado con el ámbito
creativo ya que se vuelve prioridad la total colaboración entre diseñadores para lograr un
ambiente profesional.
Al hablar de profesionalidad nos referimos a la actitud que tomamos con nuestro entorno al
momento de realizar un trabajo, en la práctica es aquella personas que dentro de sus
capacidades puede cumplir sus necesidades y objetivos de manera responsable, eficaz,
ordenada y correcta cumpliendo su trabajo con gran calidad y compromiso. También tiene
que ver cómo se relacionan con otras personas en el ambiente laboral, respetar el tiempo
de los demás, ser cordial, amable y responsable, todo eso significa cumplir los códigos
éticos, toda persona profesional debe ser ética.
La profesionalidad por ende, es una virtud, cuando trabajamos de manera individual y
cuando trabajamos en conjunto con colegas de trabajo e incluso con nuestros propios
clientes, como diseñadores es nuestro deber comunicar, enviar un mensaje a las personas
mediante la creación de la imagen, la identidad con la que será percibida la marca por el
público.
En el ámbito laboral, una falta de profesionalismo puede tener repercusiones catastróficas,
por ejemplo la falta de compromiso, debemos entender que nuestras responsabilidades no
solo tiene impacto en nosotros, un acto de irresponsabilidad puede retrasar, cancelar o
entorpecer mucho trabajo invertido, hacer perder el tiempo de los demás y poner en peligro
el proyecto que se realiza. Por otro lado, mostrar profesionalismo puede ser inspirador para
todas las personas que lo rodean, motiva a trabajar inteligentemente y esforzarse por un
bien común, los hace sentir seguros y ser parte de algo muy importante.
Esto también aplica con nuestro clientes, cuando nosotros aceptamos un trabajo, el
cliente tiene buenas expectativas de que haremos un excelente trabajo, como buenas
personas con profesionalidad demostramos que la inversión de nuestro cliente es algo
tangible, visible, algo que él puede ver crecer y desarrollarse, que su dinero no está en
el aire, esto lo demuestra cuando hablamos seguros acerca de nuestras ideas,
propuestas,y conceptos, cuando le enseñamos el proceso de la creación de un arte, un
logo o una marca. escuchar y tener en cuenta sus opiniones e ideas, llegar puntual a las
reuniones y entregar el trabajo con tiempo, incluso presentarse bien vestido frente a los
usuarios puede ser una ayuda para presentarse más profesional.
Los principios de la ética profesional
En el campo de la ética profesional prácticamente existe un consenso acerca de los
principios que deben fundamentar las acciones de todo profesional sin importar si pertenece
al ámbito creativo o no. En realidad se consideran varios factores más pero en si se
consideran tres principios base que deben normar el comportamiento en el campo de la
acción socio-profesional.
Estos principios están basados en principios de autores como Hortal (1996; 2002), Martínez
(2006), Hirsch (2004) y otros. Estos se denominan como Principio de Beneficencia, Principio
de Autonomía y Principio de Justicia. Todas dirigidas hacia el mundo laboral del diseño
gráfico.
El principio de beneficencia
"Un profesional ético es aquel que hace el bien en su profesión haciendo bien su profesión",
afirma Hortal. Esta es una excelente definición del principio de beneficencia que implica dos
elementos complementarios e inseparables: un profesional ético es aquel que desarrolla su
actividad de manera competente y eficaz, cumpliendo adecuadamente con su tarea; y por
otra parte, el hacer el bien en la profesión, es decir, ejercer la profesión pensando siempre
en el beneficio de los usuarios y en el beneficio de la sociedad, de manera que se cumpla
con el bien interno de la profesión, que se aporte el bien específico para el que fue creada.
Así mismo un diseñador profesional que busqué hacer el bien con su producto y beneficiar a
la sociedad, tendrá que hacerlo mediante el uso de herramientas actualizadas y de forma
competente para así evitar confusión en la comunicación de su diseño ya que si desde un
principio, el diseño, ya sea un logo, pancarta, señalética, contenido de redes sociales o
cualquier diseño en general es de mala calidad o no comunica lo que debe puede no
beneficiar a la sociedad e incluso dañarla. El ejercicio ético de la profesión, por lo tanto, no
puede consistir solamente en buenas intenciones o buen corazón, sino en acciones
eficaces.
Visto desde otro ángulo, podría afirmarse que es posible realizar bien la profesión, de
manera eficiente y atinada, buscando hacer el mal o dañar a ciertas personas o a la
sociedad en general. Hoy en día es común encontrar productos de diseño hechos de forma
hábil y eficiente que hacen daño a la sociedad en general sin formación ética alguna y con
malas intenciones (Un ejemplo podrían ser las campañas políticas o campañas que
boicotean a una marca utilizando recursos gráficos). Sin embargo, si se analiza este
ejercicio profesional y se contrasta con la definición de profesión es posible afirmar que un
ejercicio eficiente de la profesión que no beneficia no es un buen ejercicio profesional
puesto que no está cumpliendo con la función original, que es la aportación de un bien a la
sociedad.
Concluyendo con este punto, el profesional que ejerce la ética realiza su actividad de forma
eficiente y sin hacer daño a la sociedad tanto en su proceso como en la finalización de su
producto.
El principio de autonomía
Como se mencionó anteriormente, el principio de autonomía visto de forma teórica plantea
una relación unilateral entre el usuario y el profesional en donde el último solo se limita a
consumir y regirse por lo que el profesional propone convirtiéndolo en un sujeto activo del
bien y provocando una relación de dependencia en donde el profesional les dice que pensar
a los demás.
El principio de autonomía busca evitar esta relación de dependencia haciendo partícipe al
usuario y considerando que todos somos un mundo diferente.
El resultado de esto es la
responsable toma de decisiones en la prestación de servicios profesionales.
Como diseñadores debemos considerar a nuestros clientes como sujetos de derechos y
capaces de participar en la toma de decisiones de aquello que al final, será un producto que
ellos utilizarán. Por eso cuando se va a realizar un producto de diseño siempre se
acostumbra a plantear un brief y tener constantes entrevistas con el usuario para llegar a un
consenso y poder realizar de forma eficaz un producto que sea útil.
El fin de la práctica profesional debe ser la combinación de la experiencia del profesional
combinada con la capacidad de autogestión del usuario.
El principio de justicia
La actividad del profesionalismo no termina cuando, en este caso un diseñador entrega el
producto al cliente, también se debe tener en cuenta como este repercute el sistema
construido en la sociedad en la que se encuentra.
De forma primaria se puede decir que el principio de justicia establece que los sujetos
involucrados en la acción encomendada de cada una de forma completa y responsable.
Esto se refiere a que dentro de una actividad, tanto el profesional como el usuario debe
asegurarse de cumplir con su parte.
Refiriéndose al diseño gráfico, el profesional deberá
cumplir con el producto prometido mientras que el cliente deberá cumplir con el aporte de
información o el aporte económico dependiendo del acuerdo que se haya pactado. En caso
de que la colaboración de ambos ejes no se dé se puede considerar como falta de justicia.
Este mismo principio aplica a las contribuciones que hacen los profesionales con la
sociedad en la que viven, ya que si no cumplen con la estructura planteada en la sociedad
en la que viven serán considerados como faltos de justicia y por ende no estarán ejerciendo
su profesionalidad.
Para poner un ejemplo relacionado con el mundo del diseño podemos analizar el uso de
recursos pagados mediante la piratiría. Un diseñador que ejerza su profesionalidad pagará
de los recursos y programas que use ya qué está sujeto a una sociedad en donde se debe
retribuir económicamente al trabajo de otros creativos.
Las profesiones no se entienden sino desde la función social que desempeñan, y eso las
vincula al contexto del que surgen y al que pretenden servir." (Hortal, 1996: 7).
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